Jorge Aguirre Charvet

En la década de 1970 el escándalo “Watergate” provocó la renuncia del presidente Richard Nixon de los Estados Unidos por la total corrupción en que había incurrido su gobierno y fueron las revelaciones del diario The Washington Post las que permitieron descubrir toda la trama diabólica y corrupta de la administración republicana de Nixon.

Ese mismo diario estadounidense, en su principal editorial, denunció hoy que hay miles de archivos digitales con pruebas contundentes de que el señor Chávez y el presidente ecuatoriano Rafael Correa aceptaron ayuda de las FARC mientras ascendían al poder y luego proporcionaron o prometieron al grupo dinero, armas o guaridas seguras.

El “señor Chávez” al que alude The Washington Post no es otro que el corrupto presidente venezolano Hugo Chávez, que poco o nada debe importar a los ecuatorianos dignos y honrados, pero a quien estiman y en alto grado un puñado de ecuatorianos a quienes beneficia tramitándoles “notas estructuradas”, con jugosas comisiones.

La mención que hace el diario de Washington al presidente ecuatoriano comprendida en la afirmación respecto a que “aceptó ayuda de las FARC”, alude a su carácter de beneficiario, por 100.000 dólares, durante 2006, de las narcoterroristas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), actualmente en desbandada.

Lo grave del editorial del The Washington Post es cuando sostiene que Chávez y Correa “proporcionaron o prometieron a las FARC dinero, armas o guaridas seguras”, todo ello en base a los documentos que el gobierno colombiano incautó tras destruir, el 1 de marzo, la guarida que las FARC habían construido en Ecuador.

Poco o ningún sustento tendría acusar al gobierno de Correa de facilitar dinero a las FARC, que no sea un supuesto reintegro de los 100.000 dólares que, según las pruebas disponibles, le entregaron hace dos años como un aporte para la campaña electoral que a él y a sus más cercanos les llevó al Poder en enero de 2007.

Respecto a que Correa “proporcionó o prometió armas a las FARC” es difícil pero no imposible: en varios casos recientes autoridades colombianos detectaron el ingreso, por la frontera con Ecuador, de explosivos, armas, municiones y otro tipo de vituallas para las FARC y el ELN, a los que el gobierno de Correa considera “grupos irregulares”.

Lo grave de la publicado por The Washington Post es cuando sostiene que Chávez y Correa, por igual “proporcionaron o prometieron guaridas seguras” a las FARC. Que Venezuela lo hace no es ningún secreto. Incluso han sido identificadas en Caracas las residencias oficiales en las que el gobierno de Chávez aloja a los narcoterroristas.

Pero que Correa “proporcionó o prometió guaridas seguras a las FARC” en territorio de Ecuador, nunca antes se lo había afirmado o peor sostenido públicamente, excepto la aislada afirmación en contrario efectuada recientemente por el ministro ecuatoriano de Defensa, Javier Ponce, respecto al caso concreto del campamento en Angosturas.

Pero si The Washington Post lo afirma es porque alguna prueba debe tener. Al fin y al cabo el gobierno colombiano tiene en su poder centenares de miles de documentos que incautó a las FARC en su guarida en Ecuador, a los que se suman las pruebas de las que diariamente se apropia tras matar, herir o capturar a otros narcoterroristas.

El jefe narcoterrorista Raúl Reyes “despachaba” como Pedro en su casa en el sector de Angosturas dentro de territorio de Ecuador y hacia allí confluían, todos los días, visitantes de todo tipo. Es sumamente raro que nadie de la inteligencia militar o policial de Ecuador ignorase semejante tráfico de personas desde y hacia la guarida de Reyes.

Caben dos posibilidades: nadie del aparato de seguridad ecuatoriano supo del particular, por su natural ineptitud o porque, con segunda intención, nunca le enviaron a patrullar por el sector. También es posible que algún militar y policía se enteró del hecho y lo informó, pero su reporte fue archivado o “desaparecido” y no se tomó acción alguna.

Posiblemente el informe de The Washington Post revela algún tipo de interioridad al respecto, con pruebas suficientes de sustento, ya que es desde todo punto imposible creer que en el aparato estatal ecuatoriano ignorase por completo que Reyes y su gavilla tuviesen una parcela de territorio ecuatoriano para “trabajar” a sus anchas.

Mi pregunta entonces es la siguiente: ¿por qué tenemos que esperar que un medio de comunicación extranjero sea el que saque a luz toda esta desvergüenza? ¿Es que acaso el gran insultador tiene tan acoquinados a los medios de comunicación de Ecuador que ninguno se atreve a investigar, hallar la podredumbre y denunciarla públicamente?