Jorge Aguirre Charvet

Los ecos de la destrucción del campamento del narcoterrorismo de las FARC en territorio ecuatoriano continúan resonando. El sitio habría albergado a unas 60 personas y tras el ataque el saldo de muertos incluyó a un ecuatoriano, por lo menos cinco mexicanos y un número más o menos similar de colombianos.

El campamento de Raúl Reyes era una avanzadilla armada en territorio de Ecuador, de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), con presencia esporádica y también armada en Perú, Brasil y Venezuela y con posibles ramificaciones en otros países como Panamá, Costa Rica y Nicaragua.

Es decir, estamos en presencia de un fenómeno inédito con ramificaciones en todo el continente. Movimientos guerrilleros como los Tupamaros de Uruguay, Sendero Luminoso de Perú, M-19 de Colombia, por citar unos cuantos, gozaron de apoyos y solidaridad en países vecinos, pero nunca se extendieron para actuar en ellos.

El exguerrillero salvadoreño, Joaquín Villalobos, escribió hoy en El País de Madrid que “las FARC son una amenaza transnacional, tienen el poder financiero del narcotráfico para corromper, intimidar y destruir instituciones en cualquier parte, pero su pasado político insurgente confunde”.

El mismo analista, al hacer un balance parcial sobre la presencia de los guerrilleros de las FARC en Latinoamérica, puntualiza: “Perú, Brasil y Panamá los persiguen de forma coordinada con Colombia, sin embargo Venezuela y Ecuador los consideran una insurgencia legitima y esta diferencia provoco la reciente crisis regional”.

Pregunto: ¿cuáles son las consideraciones de las autoridades ecuatorianas para no actuar igual que las de Brasil, Perú, y Panamá y combatir también a sangre y fuego para que no se extienda a nuestro territorio esta plaga? La mayoría del pueblo ecuatoriano, sino la totalidad, creo yo, es contrario al terror, el secuestro, el asesinato, el narcotráfico.

Militares brasileños en declaraciones al diario O´Globo, aludieron con sorna al escándalo montado tras la incursión colombiana del 1 de marzo, al recordar que hace seis años ocurrió un acontecimiento similar en la frontera entre Colombia y Brasil, con un saldo de seis muertos. “No hubo tantos gritos”, dijeron

Perú en tanto, anunció la captura en su territorio de dos altos dirigentes de las FARC y el ex Director de la Policía, Eduardo Pérez Roche, censuró los informes sobre la infiltración guerrillera porque, dijo, “perjudica la imagen del país en el exterior”. Perú será la sede en mayo, de una cumbre de la región con la Unión Europea.

En Costa Rica se encontró dinero de las FARC guardados en una caja fuerte. En Ecuador se han denunciado nexos financieros de las FARC con el Presidente Rafael Correa. En Venezuela hay constancia que las FARC entregaron dinero al Presidente Hugo Chávez y que este planeaba otorgarles un voluminoso aporte en dinero.

Frente a todo esto, el gobierno colombiano puntualizó el último fin de semana que “acata totalmente las decisiones de la Organización de Estados Americanos (OEA) y recuerda al mundo que el campamento de alias Raúl Reyes era un sitio de terroristas que actuaban contra el derecho a la seguridad del pueblo colombiano”.

Pregunto: ¿no será el momento que la OEA, otro organismo regional o un grupo de países pongan en marcha iniciativas para frenar a esta cepa cancerígena que se está extendiendo peligrosamente? Dejémonos de hipócritas solidaridades e inmundos compadrazgos. El terrorismo es malo y combatirlo es el imperativo del momento.