Jorge Aguirre Charvet

Nelson Bocaranda, columnista del diario El Universal de Caracas


“Dos veces ha enviado el presidente Hugo Chávez un emisario suyo a calmar las iras del presidente ecuatoriano, Rafael Correa, quien ha sentido que lo dejaron solo en el enfrentamiento con el presidente colombiano Álvaro Uribe. Para su mayor malestar, los documentos de Raúl Reyes tienen datos muy contundentes de la cercanía de las FARC con su gobierno y específicamente con algunos ministros y políticos cercanos a Correa. Más grave para el iracundo ha sido la comprobación de la cercanía y comunicación que mantienen los militares ecuatorianos con los colombianos desde hace años. Su última infantilada fue amenazar con retirar todas sus tropas de la frontera colombiana. ¿Para beneficio de quiénes?”.

El párrafo consta en un artículo publicada este jueves por el diario El Universal de Caracas, con la firma de responsabilidad del influyente columnista Nelson Bocaranda. En tanto Pedro Lastra, en el portal venezolano de la web http://www.noticias24.com/, escribió también hoy:

“Comparado con los Vladivideos, que acarrearan la muerte política y la cárcel a perpetuidad para los otrora omnipotentes Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos, las computadoras portátiles de Raúl Reyes adquieren una importancia más allá de toda consideración y medida. Se traducirán, sin duda ninguna, en la bomba de tiempo que terminará por explotarle en las entrañas a Hugo Chávez, a Rafael Correa, a sus más comprometidos aliados y a sus regímenes completos. De las confesiones inesperadas de Raúl Reyes no saldrá indemne ninguno de los allí mencionados: sean ciudadanos de primera magnitud, como los presidentes de las repúblicas en cuestión, o sean de segunda, como sus ministros, generales, testaferros, parlamentarios y funcionarios”.

Tal es una ínfima constancia de lo que, únicamente en una jornada, se ha publicado en tan solo un país de la región, sobre cuál es la lectura que se tiene en el exterior del rol de las autoridades ecuatorianas en el conflicto que se precipitó tras el asalto y destrucción, por Colombia, del campamento que el jefe guerrillero Raúl Reyes tenía en Ecuador.

Esa y aún más honda y amplia es la percepción que se tiene sobre las implicaciones del régimen venezolano en un problema con aristas que lo vinculan con la geopolítica mundial en temas relativos, entre otros, al tráfico de drogas, el mercadeo ilegal de armas, la venta por encargo de petróleo y uranio, el transporte encubierto de dinero.

Nunca antes un gobierno ecuatoriano ha estado complicado en un escándalo igual. Nunca antes las autoridades del país han estado señaladas así, públicamente, como actoras en un conflicto con consecuencias que, internamente, no se las avizora, considerándolo tan solo una litis binacional, derivada de una violación territorial.

No es un conflicto entre Ecuador y Colombia o entre Venezuela y Colombia. No están enfrentados esos países. Colombia tendría pruebas, corroboradas en diferentes fuentes, sobre el cometimiento por parte de las autoridades de Ecuador y Venezuela de delitos penados por el derecho internacional y, eso, es sumamente grave.

El jueves fue destituido el director de Inteligencia del Ejército, coronel Mario Pazmiño, y se ratificó la confianza del gobierno en los integrantes de la Policía Nacional, todo ello relacionado con el supuesto ocultamiento de una investigación sobre el accionar de un ecuatoriano, Franklin Aisalla, en el accionar de la guerrilla colombiana.

¿Esa es la única consecuencia, a nivel interno de Ecuador, del conflicto? Imposible. ¿Y el ministro aún en funciones que en 2007 se reunió con el guerrillero abatido para pactar protección y garantías en su accionar? ¿Y la gestión y obtención, en 2006, de un aporte de 100.000 dólares de la guerrilla a favor de las autoridades actualmente en el poder?


¿Es que en Ecuador no hay instituciones, no hay dignidad? Claro que los medios de comunicación están amedrentados; el Congreso está en receso; los tribunales de justicia, de cuentas y de control electoral y constitucional, prácticamente no existen o están controlados. ¿Quiénes quedan? Militares y curas ¿Nadie más? ¡Horrible!