Jorge Aguirre Charvet

La prensa internacional informa que Europa está preocupada por la conducta del presidente de Venezuela, Hugo Chávez, que pone en riesgo la estabilidad de América Latina. Por ello, el presidente de Francia, Nicolás Sarkozy, pidió el lunes a la presidenta de Argentina, Cristina Kirtchner, de visita en París, que “tranquilice a Chávez”.

El viernes el presidente de Ecuador, Rafael Correa, acusó a sus subalternos, los militares, de estar a sueldo de Estados Unidos en cuestiones de inteligencia, a favor de Colombia y hoy los principales diarios del país dijeron que existe “zozobra, malestar, indignación” entre los uniformados por las declaraciones del Jefe de Estado.

Chávez agita el cotarro en América Latina. Correa levanta el avispero en Ecuador ¿Es así como se debe gobernar? ¿A tanto llega la preocupación de ambos presidentes por lo que el “mago” Álvaro Uribe pueda sacar de la manga en contra de ambos, que han resuelto “romper lanzas” contra todo y contra todos, ocurra lo que ocurra?

Chávez, también a lo interno, provoca tempestades: se le vienen elecciones seccionales, boquea el Partido de gobierno que acaba de integrar y planea militarizar las normas curriculares. En Ecuador Correa ofende a los militares y ni Washington ni la Embajada estadounidense en Quito, se mosquean con su diatriba antinorteamericana.

Lo más ridículo y risible es que, tras la afirmación presidencial que puso en un solo saco del contubernio a militares ecuatorianos y a la CIA estadounidense, este lunes se inauguró en Quito un seminario, precisamente sobre seguridad, que auspician, precisamente, el gobierno de los Estados Unidos y las Fuerzas Armadas de Ecuador.

¿A quién quieren tomar el pelo? ¿De quién se están tratando de burlar? Si según Correa los militares ecuatorianos y la CIA gringa tienen un arreglo bajo cuerda para beneficiar a Colombia en temas de seguridad, ¿cómo es que siguen reuniéndose y en forma reservada para tratar temas de seguridad? Es incomprensible, ridículo, risible.

Si la cita entre militares y gobierno estadounidense estaba planificada con anticipación, la declaración presidencial antiestadounidense debió suspenderla, ipso facto. Pero no, la reunión se instaló con sonrisas y continua viento en popa. O es que, insubordinados, los militares hicieron igual su reunión con el gobierno gringo. Todo es posible.

Mientras tanto, se informa que Francia y otros países “están azorados por el nivel de virulencia y riesgo del enfrentamiento de Venezuela con Colombia tras la incursión militar colombiana en Ecuador”, que mató al líder de la narcoguerrilla Raúl Reyes, y puso al descubierto los secretos que guardaba en sus computadores.

Hace un mes Quito anunció el rompimiento de relaciones con Bogotá, tras lo cual Uribe pidió perdón, se excusó y juró que erró al ordenar a sus tropas atacar Ecuador para matar a Reyes, lo que nunca volverá a ocurrir. Ayer el gobierno ecuatoriano puso “condiciones” para reestablecer relaciones con su similar de Colombia.

El rescate de Ingrid Betancourt y de otros cientos de secuestrados en manos de la narcoguerrilla ha fracasado y se teme por sus vidas. El lunes en San Vicente, costa de Ecuador, una turba quemó vivos a dos presuntos delincuentes colombianos, por un supuesto crimen. No quiero ni pensar que sean otras las causas de tan macabro hecho.

¿Acaso se está llevando el enfrentamiento a niveles tan graves que podrían derivar en terribles acontecimientos, que nada ni nadie podrá revertir? Desde un primer momento se pidió calma y mesura. El país y sus instituciones son permanentes. Las personas, los dirigentes son transitorios y si cometieron faltas, que paguen.

Parecería que quieren tapar sus errores con una conflagración: los errores de Chávez
al convertirse en protector de la narcoguerrilla y los errores de Correa y sus seguidores que habrían mantenido entendimientos con esos mismos grupos ilegales a los que el gobierno colombiano combate a sangre y fuego, como debe ser.

En las últimas semanas, todos los días, Bogotá anuncia golpes a la narcoguerrilla y a otros grupos armados y de delincuentes. Se multiplican las capturas de armas y drogas. Parece que tras el ataque del 1 de marzo contra el campamento guerrillero en Ecuador, se ha declarado un zafarrancho de combate para acabar con todas esos males.

Bien por Colombia y los colombianos si eso es así. El gobierno socialcristiano de Febres Cordero acabó con la guerrilla en Ecuador. El gobierno corrupto de Fujimoi acabó con la guerrilla en Perú. Si Uribe logra la paz para Colombia merece el respaldo mundial por poner fin al baño de sangre de más de medio siglo en el hermano país.